La vida en La Torreta se limitará al trabajo más noble del humano, que es la creación. Esta servidumbre es la gran Utopía. A imagen y semejanza del Ser. Pero todavía hay diferencias. Nuestra propia Alma es la Vida del desbordamiento del Ser y sus motivos (cuales quieran que estos sean). La de nuestra obra proviene de nuestro propio desbordamiento y lo robado al motivo (si se deja). La creación no trata de reproducir una imagen, una idea, una historia, un sonido, etc. La creación es una idea, una historia, una imagen, un sonido, etc... con Vida propia al margen de nuestra intervención. Somos su herramienta. Manda el juego. El deseo. La vocación. Esto, claro está, no nos convierte en dioses, todo lo contrario; nos convierte en servidores de este deseo, de esta vocación, servidores de la Utopía. Y, así, en nuestras celdas-taller, en recogimiento, buscando la raiz de nuestra vocación, delante de nuestra humilde pero auténtica obra, damos la espalda, con todo nuestro respeto, a cualquier motivación que nos desvíe de nuestra misión utópica. Para ello contamos con nuestro trabajo (la oración) y con el tiempo. No nos preocupa la muerte porque toda obra Arte Auténtica, con Vida Propia, siempre está perfectamente inacabada, como nosotros mismos. Juan Reyes.
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